La Hermandad Femenina

Hermandad…. una palabra que sugiere la presencia de afecto, de igualdad y de compromiso.  El diccionario la define como relación de afecto, simpatía o amistad entre personas que no tienen vínculos familiares..., fraternidad, confraternidad.  Cuando hablamos de hermandad,  no solo hablamos de ser 'buena onda' unas con otras, sino de sostener el rezo de honrarnos, respetarnos, cuidarnos... y también protegernos.  El momento en que esa vibración empieza a resonar en nuestra boca, cuando empezamos a hablar de hermandad -sea como una realidad que queremos en nuestras vidas o simplemente por un discurso sin soporte o por mera conveniencia-, empieza el trabajo interior, empiezan a moverse los patrones, condicionamientos, tendencias etc. que nos alejan de ese estado.  Se abre la poderosísima oportunidad de sanar muy profunda-mentecorazón las heridas del alma femenina, especialmente relacionadas con las zancadillas puestas por… las mismas mujeres.

Llevamos ya algunos milenios desde que la hermandad femenina se quebró por estrategias muy eficientes de la conciencia patriarcal (algo muy necesario, logísticamente hablando, para que el patriarcado hubiera podido tener espacio), lo que significan varias generaciones en las que el miedo de la mujer hacia la mujer se ha profundizado, se ha arraigado.  En la modernidad, hay muchas formas de re-conocer ese miedo…, por ejemplo en los grupos humanos donde hay varias mujeres que no están atentas consigo mismas y/o rezando la reconciliación femenina, se sabe que es cuestión de tiempo nomás para que empiecen a ‘sacarse los ojos’…, mientras los hombres observan, generalmente sin involucrarse (esa energía no es con la que resuenan, la ‘pelea’ masculina tiene otras características) y habitualmente viendo que ganancia va a reportarles esa división femenina.  Y en grupos donde hay solo mujeres, se elimina la causa principal de competencia, que es captar la atención del macho, más sin esa distracción afloran otras heridas…, más profundas, más ancestrales, que tienen que ver con una inseguridad de base que lleva, de todas maneras (aún no habiendo machos por los cuales competir) a buscar opacarse mutuamente, a querer brillar por encima de las demás… muchas veces usando estrategias que rayan en lo patológico y que, por ser ‘habituales entre mujeres’, se consideran normales.

Y es que la herida de la ‘traición femenina’ es profunda y muy dolorosa…, y esa parte de la conciencia guardiana de la memoria vela para que no nos expongamos nuevamente y no terminemos vagando hasta la muerte en un árido desierto o ardiendo en la hoguera de la injusticia.  Hay, sin duda, una parte nuestra que está convencida de que la mujer (incluyéndonos nosotras mismas) no es confiable…., y además hay una parte que ha grabado que ser mujer tiene una serie de inconveniencias y desventajas, por lo que cuanto más femenina se exprese una energía, más resistencia puede generar-nos, sencillamente porque es una energía que no valoramos porque concluimos que no tiene poder.

La hermandad femenina de base es la que nos liga por el solo hecho de ser hembras de esta traviesa especie…, porque tenemos la misma útera, las mismas trompas, ovarias, vagina, pechos, pituitaria…, el mismo sangrado menstrual, la misma maternidad, el mismo corazón de mujer, el mismo potencial creativo-creador y las mismas respuestas instintivas.  Solo por tener en común el ser mujeres, podemos decir que somos hermanas…, hermanas de especie, hijas de la Tierra, aprendices de la Luna, aspirantes a la conciencia Solar.  Más esta base por sí misma no es suficiente para volver a confiar en las mujeres…, y pasar al siguiente estado de la hermandad, que es la que se elije y se trabaja conscientemente.

Confiar en una mujer solamente desde la hermandad de base, clara-mentecorazón no es una decisión asertiva y sana…, porque no sabemos que es lo que esa hermana está sosteniendo en su mundo interior.  Muchas mujeres sostienen heridas muy infectadas, que resultan sumamente tóxicas en las relaciones…, tanto por la energía misma que ‘emana desde sus entrañas’ como por las respuestas que surgen desde ese dolor.  Como dice el dicho, cuídate de una leona herida, porque te va a atacar…. y si le das la pasada, te va a destrozar.  Y pues esto no se aplica solamente a la relación con los  hombres, sino también entre mujeres.

La estadística informal muestra que el porcentaje de mujeres que en esa infección tienen resentimiento contra su madre y, en consecuencia contra ‘la mujer’, es alto, bien alto.  Porque la madre es la figura femenina de referencia…, si la niña que nos habita no ha podido y aún no puede confiar en ella, pues va a ver a la energía femenina como una constante amenaza… y va a sentir necesario defenderse.  Una estrategia común de esa defensa inconsciente (y bien constante) entre mujeres, es la ofensa…, y una de las favoritas es el famoso chisme…, correr información que deje en menos (ojalá en nada) a la figura que siento me está amenazando.  Y también de favorita está el lenguaje desdeñoso, peyorativo…, la minimización de sus logros, la invalidación, descalificación… y el sarcasmo.  El sarcasmo suele tener un importante espacio.., no te lo digo de frente, más pucha que te lo estoy diciendo… y de una manera en la que quedes harto magullada, porque de otra manera ¿qué brillo tendría?

Uuuhhhh… y la envidia…, la famosa envidia… que desbordada es el veneno más poderoso que podamos imaginar.  Y digo desbordada, porque en toda mujer está la energía de la envidia…, es un virus demasiado antiguo que ya se ha mimetizado dentro de la flora psíquica funcional.  Envidiar en un cierto rango puede ser un gran aliciente para dar los pasos que, sin ese ‘antojo’, no  nos atreveríamos a dar.  Más cuando la envidia se expande en el corazón como las ciénagas y va devorando el bosque, envidiar pasa por buscar aniquilar para poder brillar (convertirnos en el antojo sin dejar parado nada que nos pueda opacar).  Y la forma femenina envidiosa de aniquilar es:  desprestigiar.

En alguna curva del camino, a todas nos llega el tiempo de ‘despertar’…, de salir de la energía femenina herida y, primeramente, reconciliarla con la madre (o la figura del mundo adulto de la niña que represente a ese ser nutricio anhelado)…, para luego gestar la auto-reconciliación.  Cuando estamos ‘despiertas’, estamos atentas  con nosotras mismas, estamos atentas tanto con nuestro propio enredo interior como con las rutas para hacernos cargo…, estamos en la disposición de mirarnos, re-conocernos, re-descubrirnos… honrando lo que encontremos, aún lo menos ‘decoroso’.  Más cuando estamos de siesta en siesta, la atención está solamente afuera y la energía interior se diluye y agota en el ejercicio de calificar (poner nota) a la información-estímulo que viene desde ese aparente afuera… y así me paso los días ocupándome de lo que piensa-dice-hace alguna otra persona, sin capacidad alguna de re-conocer en sus respuestas al bendito y ultra sanador ESPEJO.

La hermandad femenina es posible cuando la mujer, primero que nada, se está haciendo cargo de su historia y los monstruos que pueda contener…, para así no tropezarse con sus espejos y confundir los movimientos de sabiduría sanadora de la Vida.  Y segundo, cuando la mujer se ha atrevido ya a entrar en sus cavernas oscuras y tiene idea de qué se trata su propia Sombra…, lo que le permite estar en un estado de alerta fina capaz de re-conocer la Sombra en laos demás, junto con el estado de sanación en el que esa Sombra está.

Muchos empeños de hermandad femenina -Círculos- se han ido hacia la alcantarilla precisamente por la resistencia a mirar de frente la energía ‘truculenta’ y llamar a las cosas por su nombre…, algo que es un gran desafío para el patrón femenino histórico de sublimar (restarle importancia, pretender que no nos afecta).  Si no usamos nuestros sensores y nos atrevemos a diferenciar (algo muy amenazante para el femenino dormido, porque significa que podría perder la atención/cariño/pseudo-respeto de alguien), vamos a acoger como a hermanas-diosas a mujeres enredadísimas con su pérdida de poder y confianza, que no recuerdan como respetarse y valorarse, y se defienden poniendo zancadillas (y otras cosillas) de la energía femenina empoderada que tanto las amenaza, mientras sonríen y dicen palabras bonitas.  Sin duda que esas almas están necesitando un buen tiempo de terapia individual antes de convertirse en un aporte para un proyecto grupal, circular.

Si no somos capaces de diferenciar y llamamos ‘rosadita’ a toda persona por el solo hecho de estar en envase femenino…, podemos llenar de maleza perniciosa nuestro precioso jardín.

¿Somos todas hijas de la Tierra?  Si.  ¿Somos todas hembras de la especie, con el potencial de madurar a mujeres y diosas?  Si.  ¿Somos todas hermanas de útera?  Si.  ¿Somos todas hermanas de propósito esencial de la hembra humana en estos tiempos? Si.  ¿Somos todas hermanas de corazón, sentimiento e intención? No.  Y he ahí la señalética que tantas veces nos confunde y por la que terminamos en caminos sumamente pedregosos en lugar de la campiña verde y luminosa que la ‘hermandad femenina’ nos tenía ofrecida.

Ejemplos en mi experiencia personal:  Una ‘hermana’ a la que abrí mi vida y corazón, me estafó - junto a su marido-  mucho dinero hace algunos años.  Otra ‘hermana’ que decía quererme y admirarme mucho, que fue mi mano derecha en proyectos circulares, se tiñó del inconfundible color de la envidia y empezó a boicotearme, invalidarme, desprestigiarme… y varias de esas cosillas ‘traviesas’ que surgen cuando el alma se infecta con esa intensa bacteria. Y otras ‘hermanas’… otras travesuras, que ya no vienen al caso… 2 ejemplos dejan el tema bastante claro.  Y si hacemos una encuesta..., tendremos muchas historias de chasco cuando confiamos a ciegas.

Si no sacamos a pasear la cautela (que no es sinónimo de desconfianza), probablemente nos vamos a ensartar… y más de una vez.  Cuando tu intuición te diga ‘por ahí no va’, POR FAVOR no pongas resistencia…, suelta rápidamente con alegría amorosa…, sin flagelarte (¿no estaré exagerando?| creo que estoy siendo mala, intolerante, prejuiciosa | etc.)… y deja que la Vida lleve a la hermana a pasear.  Ya volverá… en otro estado :).

Conclusión:  la ‘borrachera’ del alma humana no es exclusividad de los hombres…, ha agarrado también a muuuuuchas mujeres.  No todo lo que reluce es oro…, no toda hembra maduró a mujer…, no toda mujer está honrando a su diosa… y así, no toda humana está en el estado de maduración requerido para sostener la hermandad del corazón.

Estando así las cosas… ¿en que nos sirve enfocar para que la hermandad femenina salga del club de la utopía?

TRABAJO PERSONAL…, con todo el trámite y tiempo que significa, porque no hay ruta corta hacia ese buen destino.  Si no estamos en paz con nosotras mismas, seremos presa fácil de cuanto bicharraco ande por ahí… y gastaremos nuestra ‘buena’ energía ocupándonos de los espejos como algo ajeno, desperdiciando las oportunidades de re-conocer nuestras propias disfunciones.  Sin HONESTIDAD aplicada y sostenida (que parte por la relación con nosotras mismas), el rezo de la hermandad se pone escurridizo…, se pone frustrante, se pone utópico.

Las mujeres SOMOS hermosas…, en verdad diosas maravillosas…, démonos la oportunidad de tejer-nos desde la transparencia del corazón, en cuidado mutuo, en atención amorosa, en autenticidad, en tolerancia, paz-ciencia y profundo respeto.  Hagamos el empeño en nuestra propia vida… para poder llevar esa solvencia interior al tejido de compromiso amoroso con nuestras bellas hermanas... y SI, juntas poner la energía de la hermandad al servicio de la transformación de las sociedades.

Samai Mujer Medicina

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