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La MUJER SALVAJE… y el ‘salvajismo’ de la mujer


Gracias a la bella labor de auto-observación, observación de miles de mujeres, investigación y atenciones varias de la hermosa Abuela Clarissa Pinkola Estés (psicoanalista jungiana), hemos recordado hacen ya varios soles al arquetipo que por generaciones de generaciones amén teníamos las mujeres, masivamentecorazón, en profundo sopor anestésico: la Mujer Salvaje. Sin duda que no ha sido únicamente esta Abuela la que ha tocado la campanita del despertar…, la sabiduría tan ancestral de varias tradiciones de la Tierra ha estado sosteniendo y guardianeando este entendimiento por milenios… y así como pasa en la evolución de las especies, llega un momento planetario-cósmico en el que las energías cruciales para ‘lo que sigue, lo que viene, la continuación’ inevitablementecorazón florecen, emergen desde el subconsciente profundo para revelar…, para despertar.

A quienes no lo han leído, recomendarles mucho el libro Mujeres que corren con Lobos (Clarissa Pinkola Estés)…, un importante ícono despertador en nuestros tiempos. En la web hace algunos soles encontré este precioso trasubo (tra-subir en vez de tra-bajar ;))
http://alwari.wordpress.com/mujeres-que-corren-con-los-lobos/, dense una vuelta que está buenísimo!!


Gratitud por esta imagen..., desconozco su autoría para honrarla de mejor manera.
Bon…, lo que he ido observando, tanto en mí como en muchísimas otras mujeres, es que nos ha gustado interpretar a la Mujer Salvaje únicamente desde su lado luminoso, desde la grandiosa inteligencia instintiva que la sostiene e impulsa, desde la imbatible sabiduría orgánica ancestral de su poderosa naturaleza.  Bendito y sangrado ese nuestro tejido esencial..., sin re-conocerlo la vida se nos pone áspera, nos privamos de la maravillosa posibilidad de volar sostenidas por la sabiduría del Viento, sin necesidad de 'controlar'.  El lado luminoso de nuestro salvajismo primal no conoce siquiera el concepto de 'control'... ¿para qué?  si en la Naturaleza y su orden sagrado está la GRAN sabiduría, la guía que sirve honrar y en la que sirve confiar.

Y así como se organiza la energía en este plano dual, la Mujer Salvaje también tiene su contraparte en la curva de la escuela evolutiva:  en el otro lado está el 'temible' espacio de La Fiera, gobernada por el deseo de obtener satisfacción, en el amplio sentido.  Es el espacio de las carencias esenciales que generan necesidades des-vitales, disfuncionales..., el espacio desde donde surgen las demandas y exigencias para nutrir a y asegurar la sobrevivencia del mecanismo de la complacencia…., la auto-complacencia y también el asignarle al resto de la vida la obligación de complacer-me.  Ahí vemos las energías demandantes, exigentes, condicionantes que están convencidas de que los demás seres existen con la gran única misión de complacerlas, de satisfacer sus deseos AHORA y YA.  Su tolerancia a la frustración es inexistente y su lenguaje es la pataleta, que tiene un componente importante de agresividad.. y ojo, no necesariamente explícita en el sentido de explosión volcánica.  Quizás uno de los rasgos más ‘peligrosos’ de este desbalance es la pasividad-agresiva, que por ejemplo lanza enormes cantidades de energía destructiva mientras sonríe y pone cara de inocencia… o en el contexto del tejido femenino, pone cara de mujer hermanada ;) .

Desde la mirada de los arquetipos de base Eva y Lilith, La Fiera aparece cuando Lilith se queda pegada en el extremo patológico de su curva…, usa la violencia (explícita o camuflada) para asegurar su complacencia.

Gratitud por esta potente imagen..., firma ilegible ;).
Vemos en lo cotidiano cómo la energía de la mujer se mueve por las distintas curvas arquetípicas,…, como un péndulo amplio que toca los extremos si estamos transitando sin atención… o como un movimiento pendular más ‘acotado’ (que no es lo mismo que controlado) si estamos interviniendo a con-ciencia para administrar amorosamentecorazón nuestras energías.  TODAS las mujeres tenemos todos los arquetipos… y así TODAS podemos polarizarnos en algún extremo nada de saludable, ni para nosotras ni para los distintos tejidos en los que nos involucramos…, de manera que ninguna tiene la solvencia energética para escupir al cielo sosteniendo, por ejemplo, a mí nunca me va a pasar ;) .  Y es precisamentecorazón ese entendimiento lo que posibilita que usemos energía compasiva cuando nos topamos con mujeres en-fieradas, en despliegue de pataletas de sobrevivencia ;). 

La forma masculina de disfunción impositiva es invasiva tajante, cara’e raja, insensible, soberbia…, la femenina es invasiva fluctuante, con emociones revueltas y MUY pataletosa.  En ambos casos el  mecanismo se activa para manipular y conseguir se haga lo que yo quiero..., lo que es distinta es la forma.  Y tanto mujeres como hombres podemos hacer cualquiera de esas dos expresiones, según la energía que nutrimos y sostenemos adentro.  Como tan bonito cuentan en tradiciones de norteamérica, según a cual de mis lobos inteiores esté alimentando de mejor manera..., al Lobo Blanco con sus cualidades 'luminosas' o al Lobo Negro con sus cualidades 'oscurosas'.  Ningún Lobo es mejor o peor que el otro..., nada más cumplen distintas funciones en el trámite de la evolución.

Y así…, el regocijarnos en el re-encuentro con nuestra Mujer Salvaje no solo tiene grandiosa bendición, sino también el grande desafío de atender la tierra silvestre primal, en la que puede brotar de todo... y no todo aporta al rezo personal y colectivo de reconciliación con la conciencia lunar, de reponer y reparar en el tejido humano energías tan urgentes:  auto-responsabilidad (hacerse cargo de los propios programas de interpretación), tolerancia, respeto, empatía… y etc. 

Transitar la vida desde la Mujer Salvaje es pura bendición..., transitarla desde La Fiera es también salvaje, más en una expresión tan enajenada y distante de la armonía y la consideración..., que se transforma más bien en 'salvajismo' en su acepción de crueldad, necedad, terquedad o rudeza ;).

Yo elijo..., tú elijes... ¿a cual lobo vamos a alimentar mejor?


©Samai Mujer Medicina